LA CONCIENCIA DEL YO

LA CONCIENCIA DEL YO

El juicio es la principal razón por la que no encontramos esa tan valorada y deseada paz interior. Nos apegamos tanto a la forma en que estamos acostumbrados a ver las cosas, que forzadamente creemos que las demás personas deben actuar en la vida de esta manera, y nos llena de rabia, nos frustra y nos molesta cuando los otros defienden su modo de ver el mundo. Si observamos las discusiones o diferencias más habituales que tenemos con aquellos a quienes amamos, seguramente nos damos cuenta que el problema consiste en que nos aferramos tanto a nuestra percepción de la vida que estamos convencidos que es la única forma correcta y nos disgusta que los demás no estén de acuerdo con nuestra verdad. Pero la vida realmente es más sencilla cuando llegamos a comprender que todos somos diferentes y eso nos hace únicos; que toda circunstancia es una oportunidad de aprendizaje, y en el momento en que nos entregamos a los demás y somos receptivos a sus conocimientos y experiencias podemos enriquecer nuestra vida misma.
Todo lo que enviamos al universo mental o verbalmente es regresado a nosotros;  aún nuestras acciones, buenas o malas, repercuten de alguna forma en lo que recibimos de la vida. Así que si queremos una vida llena de paz y felicidad, eso es lo que debemos dar al mundo.
Ahora es el momento para transformarnos;  no hay que esperar más.
Dice  el Filósofo y Abogado, Roberto Pérez,  que el amor nos afirma en la existencia, pues cuando amo a alguien, le estoy expresando lo bueno que es para mí  que él  exista; por eso amarnos en reafirmar nuestra existencia.
Pero amar no es sólo un concepto emocional sino también social, espiritual y de poder; no es fácil amar realmente, ni siquiera a nosotros mismos, y es por eso que sembramos en los otros, como en nosotros mismos, percepciones equivocadas sobre lo que es el amor.
Las personas egoístas sólo viven para ellos mismos y no les interesa aceptar la realidad de los demás, pues únicamente buscan el bienestar personal, sin importar los medios para obtenerlo, por lo que aprender a amar es importante para poder mejorar. Pero existen factores que nos impiden amar correctamente y nos crean una película de humo con la que podemos vivir a lo largo de la vida, creyendo que es eso lo que nos hace feliz, aunque no sea cierto.  Para encontrar la solución al odio debemos primero solucionar el problema de amar.
Amar es un sentimiento que debe empezar en nosotros mismos. Amarnos, pero de la manera correcta, aceptándonos y valorándonos como seres de luz, con habilidades excepcionales para generar bienestar. La persona que se ama a sí misma, desarrolla todas sus habilidades en busca del auto Conocimiento, que no es más que el reconocimiento de nuestra dimensión humana.
Sin embargo, por ejemplo, no existen espacios de conocimiento propio dentro de nuestro sistema educativo y es por ello que la mayoría de las veces llegamos al conocimiento y reconocimiento propio una vez que hemos desarticulado nuestra vida y hemos hecho de ella un desastre; es allí cuando necesitamos de manos extras que nos brinden una adecuada forma de organizar todas nuestras piezas; qué fascinante y enriquecedor sería que desde niños pudiéramos aprender sobre el auto conocimiento para darle valor y fe a lo que percibimos de nosotros mismos.
Si nos fijamos bien, pasamos la vida llenándonos de cosas que realmente no nos hacen falta y que la sociedad consumista en la que vivimos nos programa para pensar que si lo son como parte de la idea de felicidad. Sin embargo, realmente es la forma como actuamos y como vivimos la vida lo que nos permite ser felices, por lo que la aceptación personal y la valoración que le doy a mi yo es lo que me da acceso a amarme más y ser feliz con lo que soy.
Observemos también que como seres sociales, el amor crea un vínculo de solidaridad y comunidad con los otros a quienes amamos: Familia, cónyuge o amigo. Y es este vínculo el que le permite al individuo ser un ser social que se eleva moralmente de manera positiva, con el cariño y afecto que recibe de los demás en su núcleo social-afectivo. Por esta misma razón, aquellos quienes no tienen una sujeción afectiva exitosa son más propensos a sentir odio o frustración en la vida y de esta misma forma intoxican a aquellos que los rodean.
El amor tiene un nivel de poder tan fuerte que transforma sociedades, y a través del tiempo lo hemos evidenciado en el moldeamiento que le ha dado al concepto de familia, a la conformación de los estados y sus leyes, y por supuesto, a la visión reformista que ha tenido la religión. En la transformación de las sociedades contemporáneas el amor se ha vuelto más una racionalización de las relaciones afectivas que un acto desinteresado de afecto hacia los demás; quizás por eso, vemos hoy una sociedad en decadencia, que sólo afirma como eficiente al amor, en la medida que nos aporta un beneficio personal y pasa desinteresadamente por el concepto de qué tanto bien procuramos a los demás cuando les damos nuestro amor.
Pero si el amor, en su relación con el poder, se observa como una capacidad humana que crea y transforma la sociedad, por qué no mejoramos la calidad de amor que brindamos, empezando por el amor a nosotros mismos, pues sólo enriqueciéndonos de manera espiritual, intelectual, relacional y social con todo aquello que nos edifica y nos hace crecer como seres humanos, podremos tener la capacidad de no darle plazos a la vida sino saber encontrar los espacios para de forma libre y espontánea aprender que la felicidad depende de qué tanto nos entregamos a los demás, pues todo aquello que desarrollamos en nuestra conciencia del YO es un aporte significativo en la orientación que deseamos brindarle a aquellos a quienes amamos para que desarrollen todo lo mejor de ellos mismos.
 “Experiencia no es lo que le pasa a una persona, es lo que una persona hace con lo que le pasa” – Roberto Pérez.






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